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Publicado en El País de Cali el 29 de Marzo del 2020

La pandemia que hoy padece el mundo trae consigo riesgos de salud y posibles debates que marcarán el futuro. Este virus hizo que se tomaran medidas como el teletrabajo y clases en línea a gran escala, que usualmente hubiesen tomado años, en días. En este sentido, tanto los sectores educativos y empresariales como el Estado han tenido que hacer experimentos masivos para intentar disminuir la propagación del virus. En este último, residen los riesgos más significativos de manipulación y vigilancia a la población.

En tiempos de crisis los gobernantes usualmente pueden implementar de manera más expedita medidas como toques de queda, emergencias económicas o cuarentenas. Y aunque en está ocasión son necesarias, el tener que asegurarse que los ciudadanos cumplan con el aislamiento podría llevar al desarrollo de tecnologías de vigilancia que podrían controlar las decisiones de las personas.

En un artículo del Financial Times, Yuval Noah Harari afirmó que China utilizó los teléfonos inteligentes para vigilar a sus ciudadanos, desarrollando aplicaciones para que sus ciudadanos pudiesen notificar de su temperatura corporal y estado de salud, al igual que aprovecharon la tecnología de reconocimiento facial para identificar a las personas.
Esto en aras de poder monitorear quién podría ser infectado por el virus y con quiénes había tenido contacto, e implementar medidas de aislamiento social que pudieran disminuir la tasa de infección y propagación. Así, la pandemia que sufrimos puede marcar un antes y un después en la privacidad y el control social.

No es un secreto que empresas y gobiernos buscan maneras de vigilar, influenciar y manipular las decisiones y acciones de los ciudadanos. No obstante, según Harari, el problema de la pandemia es que la vigilancia ya no estaría basada sólo en el contenido que cada persona mira o lee. Según el autor, el gobierno podría decirles a sus ciudadanos que en un trabajo conjunto con el sector privado, lograron sacar adelante una manilla para medir su temperatura corporal y el ritmo cardíaco, con lo cual podrá desarrollar políticas para hacerle frente a la pandemia. El gobierno utilizaría esta información para desarrollar algoritmos que permitan notificarle a la persona que estuvo en contacto con alguien que tiene Covid-19, avisar a una persona que tiene el virus y es asintomática, y así poder disminuir la cadena de propagación.

Aunque estos productos pudiesen ser celebrados, se podrían convertir en un arma de vigilancia para regímenes alrededor del mundo, especialmente los autoritarios. Los algoritmos de los gobiernos, junto con la información de los ciudadanos, podrían decirles cómo reaccionará ante ciertos mensajes. Cuando una persona lea un artículo o vea una alocución presidencial, ¿cómo reacciona su ritmo cardíaco y su presión arterial? ¿Llora de emoción o de rabia? Todo puede medirse.

Algunos dirán que la implementación de los brazaletes a los ciudadanos podría ser medida temporal mientras exista el riesgo de la pandemia. Sin embargo, “no existe nada más permanente que una medida temporal”, según Milton Friedman. Los gobiernos podrían verse seducidos por la información que recogen y la capacidad de saber qué piensan los ciudadanos y como manipularlos. No olvidemos que la mayoría de los relojes inteligentes ya tienen la capacidad de medir el ritmo cardíaco, lo cual indica que la tecnología ya está desarrollada.

MARIO CARVAJAL CABAL

Internacionalista y Ayudante de Investigación en una Consultora Geopolítica

Twitter: @Mariocarvajal9C

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