Publicado en El País de Cali el 28 de Mayo del 2024

En su más reciente artículo para Foreign Affairs, el autor Niall Ferguson nos recuerda las valiosas lecciones de la estrategia conocida como ‘Détente’ durante la Guerra Fría. Esta fue impulsada principalmente por Henry Kissinger durante la presidencia de Richard Nixon y se enfocaba en encontrar un punto medio entre la agresión que había derivado en la Primera Guerra Mundial según la cual señala Kissinger en sus memorias, “Europa, aun teniendo un balance militar, llegó a estar en una guerra que nadie quería” y la política de apaciguamiento que derivó en la Segunda Guerra Mundial “cuando las democracias fracasaron en entender los diseños de un agresor totalitario”.

Esta política buscaba encontrar ventanas de oportunidad para negociar o colaborar en una variedad de temas que le interesaban a la Unión Soviética y a Estados Unidos. Entre ellos, por ejemplo, el control de las armas nucleares y acuerdos comerciales. En otras palabras, Kissinger buscaba establecer lazos entre los objetivos de los soviéticos, como acceso a mejor tecnología estadounidense, y los intereses de Estados Unidos, como buscar una manera de salir de Vietnam. Sin embargo, esta estrategia no implicaba ser pasivo o cesar cualquier agresión contra los soviéticos; por el contrario, cuando Washington consideraba que Moscú estaba expandiendo su esfera de influencia de manera contraria a sus intereses, reaccionaba. La estrategia ‘Détente’ no solo derivó en acuerdos sobre el control y la no proliferación de las armas nucleares, sino también a evitar una tercera guerra mundial.

Cincuenta años después, estas lecciones son fundamentales para el manejo de las relaciones entre China y Estados Unidos. Esto lo reconoce la administración de Biden. En noviembre del año pasado, el presidente estadounidense le dijo a su homólogo de China: “Es nuestro deber asegurarnos de que nuestra competencia no derive en un conflicto… También tenemos la responsabilidad, ante nuestros ciudadanos y el mundo, de trabajar juntos cuando nuestros intereses coincidan”. Jake Sullivan, su asesor de seguridad nacional, afirmó en un artículo para Foreign Affairs el año pasado que “aunque la competencia es global, esta no es de suma-cero” y que “los retos que ambos países enfrentan no tienen precedentes”. Entre estos están la inteligencia artificial, el cambio climático y, de nuevo, las armas nucleares.

Un año antes de morir, Kissinger afirmó que esta nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos era más peligrosa que la anterior. Esto debido a la amenaza de la inteligencia artificial, pues no solo podría hacer que las armas sean más ágiles, rápidas y con una mayor precisión, sino que sean autónomas, que un humano no esté detrás de la decisión de activar o no un arma nuclear. Por esta razón, este abogó porque ambos países pudiesen dejar a un lado sus diferencias y llegar a acuerdos que limitaran los peligros existenciales de esta nueva confrontación, en especial en un escenario que puede ser catastrófico como Taiwán.

De aplicar algo similar a Détente no tendría como objetivo ni apaciguar a China, ni tampoco esperar a que el país cambie, dice Ferguson. El objetivo sería encontrar intereses comunes y negociar en temas como el control de armas, el cambio climático, la inteligencia artificial y trazar reglas claras para la transferencia de tecnología, al igual que sobre el estatus apolítico de la investigación espacial y de los polos. Esto le permitiría a Estados Unidos, entre otras cosas, mantener su posición de líder económico mundial, al igual que evitar un conflicto armado en Taiwán donde, probablemente, no podría ganar. Además, Washington tiene una economía que está creciendo de manera rápida, impulsada por la innovación de sus compañías, algo que Pekín no puede afirmar. El gigante asiático tiene serios problemas demográficos que rápidamente pueden convertirse en alarmantes situaciones económicas, poniendo en riesgo la legitimidad del Partido Comunista Chino y su capacidad de asumir una posición de dominación geopolítica global. Por consiguiente, Détente le daría a Estados Unidos tiempo para recuperarse, un lujo que China no tiene, y poder asentarse, una vez más, como la principal potencia geopolítica.

MARIO CARVAJAL CABAL

Consultor Senior de Asuntos Públicos para IDDEA Comunicaciones

Twitter: @Mariocarvajal9C

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